De la estructura de la inteligencia (parte II)

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Notas de realidad

psicología

por Carlos Sierra-Lechuga
Madrid, España
15 de junio de 2021


El psiquismo se reduce a la estructura del comportamiento.
-Maurice Merleau-Ponty.


En la anterior Nota de realidad, La estructura de la inteligencia (parte I), dijimos que toda teoría seria sobre el psiquismo supone y necesita una teoría sobre la noción de cuerpo que, a su vez, supone y necesita una teoría de la materia. De aquí que, aunque estas breves notas no buscan ser una descripción completa sino sólo unos breves apuntes indicativos, para hablar reológicamente de psicología es menester partir de la biología e incluso desde la física. De este punto de partida trató aquella primera parte, dedicada a la noción general de «acción», definida como una organización o ἔργον (ergon) en constante re-organización, ἐνέργεια (energeia). El resultado de esta organización es un órgano, que como tal es siempre en-ergético, está puesto en acción. Ahora toca comenzar a hablar de las acciones de índole intelectiva incrustadas en las biológicas, es decir, las acciones específicas de la inteligencia, las así llamadas «acciones funcionales» por tratar de la función de la νοῦς (nous). Hay que dar una vuelta de tuerca más a esta estructura funcional o función estructurante que es la inteligencia orgánica.

Imagen generada computacionalmente de una neurona piramidal de la región CA3 del hipocampo.

¿De qué va, pues, propiamente la psicología? De las acciones funcionales, que pueden darse en el espacio y en el tiempo, esto es, de la estructura de la inteligencia. En el espacio: una acción estudiada por la psicología bien podría ser la percepción como acción en sí misma. Aunque en ésta no se olvide el momento netamente orgánico, éste no aparece en el primer plano de la investigación psicológica. Si hiciéramos de este momento netamente orgánico el primer plano, entonces ya no estaríamos en el campo de la psicología sino en el de biología fisiológica; en dado caso estudiaríamos no a la percepción como realidad propia sino, por ejemplo, al aparato ocular, su ajuste con el lóbulo occipital y demás momentos del sistema visual. En el tiempo: por caso, la investigación psicológica pondría su epicentro no sólo en el hipocampo sino ante todo en la memoria.

Así pues, la psicología, incoada en el estudio de las acciones biológicas (del aparato ocular o del hipocampo), estudia aquellas acciones que son conducta. Y entendida la acción como la hemos descrito, es perfectamente comprensible que se llame conducta a la «reacción a un estímulo», como decía J. B. Watson[1], o como «función de variables externas», que decía Skinner[2], aunque ciertamente sea la conducta, más bien, el sistema dinámico y estructural, retroalimentativo también, de esas re-acciones, de modo que no es que haya un organismo a-conductual esperando a por un estímulo, sino que, como pensó Marino Yela, «la conducta está siempre en marcha y no es preciso que ningún estímulo rompa un equilibrio estático inexistente»[3]. El organismo, pues, considerado psicológicamente, a diferencia de los sistemas (ideales) estrictamente mecánicos (termodinámicos clásicos) u otros por el estilo, es siempre dinámico. Su estructura es estructuración, de aquí que por «función» se entienda la respectividad vinculante entre los nodos involucrados en dicha estructuración, más que los nodos como notas sustantivas e independientes. Conducta es, pues, estructura unitaria de acciones intelectivas.

Lo que se quiere pende en buena medida de lo que se puede.

Ahora bien, esta conducta tiene dos aspectos que son analíticamente distinguibles aunque reológicamente insolubles. Por un lado, está el momento afectivo (o «energético», que diría Piaget, con quien comenzamos estas Notas) y, por otro, el de las estructuras cognoscitivas o momento efectivo, que diríamos nosotros. Es decir: cuando un organismo actúa lo hace porque apetece tal acción y a una porque es apto para realizarla. Lo primero incrustado en lo segundo, es decir, las afectividades sólo pueden seguir rumbos efectivos. Son las condiciones de affordance que tematizó Gibson[4], las acciones físicamente posibles. Lo afectivo, lo que se quiere, pende en buena medida de lo efectivo, lo que se puede. El propio Piaget decía que:

«La estructura cognoscitiva es el sistema de conexiones que el individuo puede y debe utilizar y no se reduce en absoluto al contenido de su pensamiento consciente, puesto que es aquello que le imponen algunas formas más que otras y esto según los niveles sucesivos del desarrollo intelectual, cuya fuente inconsciente se remonta hasta las coordinaciones nerviosas y orgánicas»[5].

En virtud de la radicalidad o fundamentalidad de lo efectivo es que una psicología genética (así como una «ecológica»), es decir, enfocada en los procesos de estructuración reológica de la nous, se focalizará en el sistema de estructuras cognitivas «naturalmente emergentes» previas («citeriores», diríamos metafísicamente) a las cuestiones de conveniencia (afectividad). El enfoque reológico de la psicología estaría primeramente en lo que de suyo la psique es o da de sí, en lo «efectivamente real» o «realidad efectiva» (Wirklichkeit, diría un alemán) de la nous. A estas disposiciones efectivas citeriores a las elecciones afectivas hubo quien, como Aranguren, llamara en perfecto castellano «el talante». Y aunque es cierto que puede darse naturaleza sin inteligencia pero no inteligencia sin naturaleza, no se trata tampoco de sostener que la inteligencia es «naturaleza», sino de sostener que tanto la naturaleza como la inteligencia son realidad. Como el propio Aranguren decía: realidad por naturaleza la una (el talante), realidad por apropiación la otra[6]. La presencia de la naturaleza en la nous es indiscutible, y además evidente si como reólogos entendemos que la realidad va dando de sí; dinamismo por el que realidades estrictamente sensibles pueden ir dando organismos-inteligentes o inteligencia-orgánicas. La psicología así pensada deberá admitir en función de lo anterior que la inteligencia tiene naturaleza y, por tanto, que su ámbito no es el de un reino puro aséptico de condicionamientos efectivos. La inteligencia no es pura ni espontánea, está incrustada como cualquier sistema en «campos físicos de respectividad» a los que ha de responder.

Según la acepción de acción antes dicha, entonces, toda conducta, en tanto que es acción, está reestructurando las relaciones entre el medio y el organismo. Lo mismo las acciones funcionales de la nous. Pongamos un ejemplo en apariencia trivial. Un ejemplo de conducta qua reestructuración entre el organismo y el medio puede ser el que aquí ofrezco:

Nota de realidad: De la razón impura

Si me estás leyendo cuidadosamente, entonces quiere decir que, para el caso, tú eres el organismo (un sistema lector, es decir, perceptivo, recordante, intérprete, inteligente, etc.) y este mi texto es tu medio, es eso que no eres tú pero dentro de lo cual (en «respectividad vinculante») te encuentras. Por ahora, si bien hay un intercambio de información entre tú y este texto, la relación entre ambos es una relación estable: las palabras están ahí dándote constantemente una información, y tú atenta y asiduamente lees cada una de ellas, hay entre tú y el texto un intercambio funcional. Así, yo podría contarte la historia de tres hermanos, todos ellos compositores geniales de música. Esta historia te da una información nueva, por lo que eres tú un sistema abierto que, por el momento, te encuentras, aunque intercambiando información, con cierta estabilidad respecto de lo que aquí te cuento. Ahora recibirás más información y mantendrás la misma «cantidad de estabilidad» (transmisión constante que no te perturba significativamente), a saber: los nombres de los hermanos son Juan, Teodoro y Ludovico. Has recibido nueva información, pero sin perturbar tu estabilidad. Conservas esa estabilidad con el medio que es este texto; he aquí más información: Juan ha escrito más música que Ludovico, y Ludovico, a su vez, ha escrito menos música que Teodoro. Has recibido nueva información y tu medio, que es este texto, te pregunta de pronto: ¿cuál de los tres hermanos ha escrito menos música? No sigas leyendo sin antes responder…


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Lo más probable es que hayas requerido algún tiempo para contestar la cuestión. Si sí, entonces evidentemente has modificado tu conducta. Has tenido que reajustarte según las exigencias del medio; has actuado reactivamente. En el momento en que este texto te ha propuesto una interrogante a resolver, se ha «roto» entre tú y el medio la estabilidad anterior, exigiéndote modificar tu conducta de lector a una más ajustada a la exigencia: respondedor. Debías aportar una información que, aunque contenida en el texto, estabas obligado a buscar. De un papel activo pasaste a otro más activo aún. Esta conducta de respuesta, este reajuste, es una reestructuración del organismo con su medio; un reajuste ciertamente «psicológico», pero no menos «orgánico». La estructura del organismo, pues, es típicamente estructura del medio también, y en esto consiste la esencia de la conducta; la estructura estructurada lo es en virtud de la estructura estructurante.

Estructuras de estructuras, funciones y dinamismos son temas tratados en el grupo internacional de investigación científico-filosófica Realidad y proceso.

Esta última idea, que unas estructuras lo son en virtud de otras, aun en la misma línea de estructuras, por ejemplo todas intelectivas, es la idea nuclear de la psicología genética de Piaget, esa que nosotros consideramos primordio de una reología de la psicología. Con el ejemplo de la pregunta queremos dejar claro que el cambio de conducta es exigido por condiciones estructurales citeriores, por lo que una psicología de enfoque reológico afirma, pues, que la inteligencia es una estructura construida por otras estructuras «previas». Es decir: la inteligencia guarda una organización ordenada. Algo de este carácter ordinal de las estructuras de la inteligencia puede notarse en el jueguecillo de la pregunta que hemos hecho al lector. Por supuesto que aquella pregunta es muy sencilla, y no lleva más que unos segundos contestarla, más que unos segundos reajustar la conducta, pero hay empero otras que requieren un nivel de exigencia mayor, pues incluso ya en el propio jueguecillo se han exigido condiciones menores para poder responder a la propia exigencia del medio.

El gradiente a este respecto depende de varios factores, entre ellos, el ordenamiento bien desarrollado de las estructuras estructurantes citeriores a las estructuradas. Aquella pregunta formulada por este texto es una pregunta de lógica de seriación, del tipo J > L, L < T, por lo tanto, L < J y T. Aun sin saber quién es el mayor de los tres, sí sabemos con la información dada que J > L < T. Ahora bien, lo importante para el caso no es que sí lo sepamos, sino que hemos tenido que hacer algo para saberlo, actuar. Acción que no ha sido espontánea sino exigida y además que requiere de unos determinados procesos de estructuración para que quede estructurada. La lógica de seriación es una lógica que presupone estructuras citeriores, por ejemplo, la comprensión de que algo pueda ser mayor que otro algo (es decir, la relación binaria «mayor o menor que») y, paralelamente, que «el todo sea mayor que la parte».



Esta relación «mayor que» explícita en el apotegma aparentemente a priori «el todo es mayor que la parte» no nos viene en lo absoluto caída del cielo. Uno podía haber preguntado también en esta historia: ¿son todas las obras de Ludovico, música? Sí, lo son. ¿Es toda la músicas, obras de Ludovico? No, también la hay de Juan y Teodoro, etc. ¿Y qué hay más, música u obras de Ludovico? Se requiere mucha construcción para responder correctamente, pues no hay nada a priori en los actos intelectivos. Si se le preguntara al lector: ¿qué hay allá afuera: hay más pájaros que animales o más animales que pájaros? El lector maduro seguramente respondería que «evidentemente» más animales que pájaros; y si el lector fuese un académico de la filosofía tipo «lógico metafísico», diría incluso algo como «yo, a priori, puedo saber sin mirar allá afuera que hay más animales que pájaros, toda vez que la clase ‘animales’ es mayor que la clase ‘pájaro’, o dicho de otro modo, toda vez que ‘pájaros’ es una subclase de ‘animales’». Sí, coincidiríamos, excepto en que esto se sepa «evidentemente» o, cuánto menos, «a priori», pues tanto el maduro lector como el ufano académico tendrán, por lo menos, más de treinta años, dato etario que no es para nada anecdótico. Pueden decir lo que dicen por las etapas por las que evolutivamente su inteligencia se ha desarrollado, y el error, al menos del «filósofo a priori», está en hipostasiar y anquilosar unas estructuras como si no fueran, siempre y a una, un proceso de estructuración, es decir, estructuras dinámicas o, como dijeran los psicólogos, evolutivas. Vale citar in extenso a Piaget, quien se ha encargado de probar la futilidad de varias de las ideas típicamente consideradas como a priori con investigaciones siempre reas de las res estudiadas:

Jean Piaget

«[La clasificación, i.e. poder formar clases y subclases] se adquiere solamente alrededor de los 7 u 8 años, si se toma como criterio de clasificación a la inclusión de una subclase en una clase, es decir, comprender el hecho de que la parte es más pequeña que el todo. Esto puede parecer extraordinario pero  sin embargo es verdad. Si se dan al niño flores que incluyen 6 violetas y 6 flores de otro tipo y se le pregunta si todas las violetas son flores, la respuesta es: ‘por supuesto, sí’.  ¿Todas las flores son acaso violetas?, contesta: ‘evidentemente, no’. Pregunta: ¿hay más  violetas sobre esta  mesa, o  más  flores? El niño mirará y dirá: ‘hay más violetas’, o bien, ‘es lo mismo, porque hay 6 por una parte y 6 por otra’. Pero, finalmente, me has dicho que las violetas son flores, entonces ¿hay más flores, o más violetas? ‘Y bien, las flores es lo que queda después de las violetas’. No es la inclusión de la parte en el todo, es la comparación de una parte con la otra parte; esto es interesante como síntoma de las operaciones concretas. Con las flores se debe notar que el problema se resuelve alrededor de los 8 años, pero si se toman animales la solución llega más tarde. Se pregunta a un niño: ¿son todos los animales pájaros? ‘Ciertamente no, hay caracoles, caballos’. ¿Son todos los pájaros animales? ‘Sí, por cierto’. Entonces, si miras por la ventana, ¿hay más pájaros, o más animales? ‘No sé, habría que contarlos’. Imposible, entonces, deducir la inclusión de la subclase en la clase simplemente por la manipulación de los términos ‘todos’ o ‘algunos’. Y esto, probablemente, porque las flores se pueden juntar en ramilletes. Se trata aquí de una operación concreta, fácil, mientras que hacer un ramillete de golondrinas parece más complicado, ya no es más manipulable»[7].

Vale decir que obtenemos muchas ganancias en nuestra comprensión de la inteligencia, y por tanto de nuestra apertura a la realidad, estudiando su desarrollo en niños o su comportamiento (conducta) patológico. En la terminología del propio Piaget, lo que nos cuenta en su cita es una de las varias pruebas de que las operaciones proposicionales (punto de partida y estado de sitio de todos quienes hablan de «lo dado» como un «mito») son en verdad sólo posibles en la base de estructuras citeriores, lo que él llama operaciones «concretas». O sea que sólo puede un scholar ufanarse de que algo es a priori a toro pasado o, dicho en el rigor de la terminología reológica, ex post facto. Nunca «apriorimente». En su astucia academicista, lo que hace el metafísico logicista es una inversión, toma por premisa lo que ha sido un resultado. Si esto funciona para la lógica (y funciona en tanto que sólo es lógica), sin embargo es ilegítimo si quiere considerársele como una descripción completa de la realidad de la inteligencia, es decir, como una metafísica de la res llamada nous.

Por honor a la memoria, es menester recordar que algún medieval ya había notado a su modo esta ilegitimidad: si se cree que decir «Dios» es lo mismo que decir que «Dios existe», entonces se está cayendo de bruces hacia el error: para igualar ambas nociones («Dios» y «Dios existe») es menester haber pre-comprendido que «Dios» es «lo más grande que puede pensarse, y por tanto ha de existir, de otro modo no sería lo más grande que puede pensarse». Pero esta idea anselmiana de «Dios» es una idea adquirida, no a priori, como pudiera parecer aquella de «el todo es mayor que la parte» (omne totum sua parte maius esse). Y si bien hoy sabemos que ésta tampoco est per se notum simpliciter, es un gran mérito a destacar en un filósofo del siglo XIII el haber caído en cuenta de que nociones típicamente consideradas de pura inteligencia, a priori o asépticas de génesis están incrustadas efectivamente en una dinámica de adquisición. Ese medieval fue Tomás de Aquino[8], «el Newton de la teología escolástica», en palabras del matemático E. T. Bell[9].

En suma, la inteligencia tiene una génesis y una dynamis propias. Si hemos dejado claro que en efecto tiene la primera, toca hacer lo propio con la segunda. Pero eso te lo compartiremos en la siguiente entrega de esta Nota de realidad.


Notas:

  • [1] J. B. Watson, Behaviorism, Chicago University Press,1924.
  • [2] B. F. Skinner, Ciencia y conducta humana. Una psicología científica, Barcelona: Fontanella, 1971.
  • [3] M. Yela, «Entropía, homeostasis y equilibrio. El proceso fundamental de la motivación», Revista de Psicología General Aplicada, 28, 1973, pp.621-653.
  • [4] J. J. Gibson. «The Theory of Affordances», in. R. E. Shaw y J. Bransford, Perceiving, acting, and knowing: Toward an ecological psychology. Hillsdale: Lawrence Erlbaum Associates, pp.67-82, 1977.
  • [5] J. Piaget, Le temps et le développement intellectuel de l’enfant, Conferencia en los XVIII Encuentros Internacionales de Ginebra (La vie et le Temps, Éditions de la Bancannière, 1962).
  • [6] J. L. L. Aranguren, Ética, Madrid: Revista de Occidente, 1958.
  • [7] J. Piaget, Op. cit.
  • [8] T. de Aquino, Summa contra Gentiles, Corpus Thomisticum.
  • [9] E. T. Bell, The Development of Mathematics, New York: McGraw-Hill, 1940.

Autor:

Carlos Sierra-Lechuga, reólogo
Metafísico, investigador y profesor en el área de la filosofía fundamental en diversas instituciones españolas e internacionales. Doctor en Filosofía con mención Cum laude por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (Chile) y Licenciado en Filosofía con Mención Honorífica por la Universidad del Claustro de Sor Juana (México). Director del Grupo internacional de investigación científico-filosófica Realidad y proceso. Fundador de Filosofía Fundamental. Miembro del Grupo de Investigación Evoluciones Metafísicas de la Universidad Central de Venezuela, de cuya revista, Apuntes filosóficos, es miembro del comité editorial internacional.
Áreas: metafísica, filosofía de la ciencia, teorías de la realidad.
En Filosofía Fundamental: filosofiafundamental.com/carlos-sierra-lechuga-reologo

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