De las preguntas navideñas sobre cuestiones de salud
Cualquier estudiante, profesional o investigador del área de la salud sabe bien que en las reuniones de familiares y amigos propias de las fechas navideñas se juntan varios factores que, en conjunto, suponen un caldo de cultivo perfecto para preguntas difíciles, cuestiones dudosas, comentarios escépticos y opiniones polémicas. Además, el momento histórico en el que nos encontramos, aunque relajado con respecto a los dos últimos años, sigue favoreciendo que, de entre todas las interpelaciones, sean las relativas a infecciones virales y a vacunas las más protagonistas.
Esta nota tiene por objetivo tratar de ordenar todos los pensamientos al respecto que se me cruzan, que más tienen que ver con el cómo se tratan, por lo general y en un ámbito médico, estos temas, que con los contenidos y decisiones particulares de cada tema. Voy a intentar dar una panorámica aproximada al juego entre marcos explicativos y fenómenos en el área de las epidemias estacionales.
Antes de seguir tengo que advertir que hay muchísimas personas, y entre ellas numerosísimos divulgadores y divulgadoras, que conocen y comprende muchísimo mejor que yo el fenómeno de las enfermedades transmisibles, incluyendo entre ellas las infecciones respiratorias agudas, entre las que encontramos las hoy por hoy tan actuales gripe, enfermedad por virus respiratorio sincitial (VRS) y COVID-19. Por hacer una sola recomendación, los hilos en Twitter del salubrista, epidemiólogo e historiador de epidemias Adrián Hugo Llorente valen su peso en oro.
Lee la nota: De las causas de la salud y la enfermedad
Otra advertencia antes de entrar al meollo es indicar que la posición que tomo podría catalogarse como “instrumentalista”, esto es, entender (provisionalmente por mi parte) que los referentes, las teorías, los modelos y los conceptos, dicho mal y pronto, no tienen por qué ser reales para poder darlos por satisfactorios y/o exitosos. Esto lo hago por cuestiones de sencillez y de didáctica, al ser la postura que, al menos en un primer momento, me parece que hace filosóficamente más accesible estas cosas. Lo cual no quiere decir que la vea como la postura filosóficamente más robusta, como ya he comentado en otro artículo, y del que me veo obligado a hacer propaganda.1
Imaginemos, pues, el escenario. En cuestión de 15 o 20 minutos desde que se inicia la sesión sobre salud mientras se siguen pasando las fuentes de ensaladas, rosbif, las salsas y los vinos, uno puede haberse juntado con, perfectamente, todas estas preguntas: “¿Me tengo que poner la 4ª dosis?”, “pues yo no me voy a vacunar ya más, me puse 2 y ya no más”, “pero ya es como una gripe, ¿no?”, “a mí, desde que me puse la tercera dosis, me aparecen por el cuerpo unas ronchas y da igual lo que coma, y le ha pasado a más gente con la que he hablado”, “es que, ¿por qué hay que seguir llevando la mascarilla en el bus?”, “¿y lo de China?”. Yo, sinceramente, me paralizo, me quedo como en estos memes en los que tras una cara de mirada perdida se transparenta una secuencia de imágenes bélicas o similares. Porque irremediablemente pienso en una maraña de oposiciones dilemáticas.
Primero, que los marcos teóricos disponibles, o de que yo dispongo, son capaces de incluir o explicar fenómenos en cierta medida contradictorios. Por ejemplo: o bien la población general se beneficia de forma relevante de una 4ª dosis de vacuna, o bien la población general no se beneficia de forma relevante. Está más o menos aceptado que es recomendable esta dosis adicional en personas mayores, con inmunosupresión o con ciertas enfermedades o estados mórbidos crónicos.2 Pero el tema es que, hasta donde yo sé, ya se podría dar el caso, tanto para el resto de personas como para alguno de estos subgrupos (p.e., personas con diabetes), de que no hay diferencias en las tasas de infección, hospitalización y mortalidad por COVID-19 con o sin dosis adicional de vacuna, que el entramado teórico inmunológico-infectológico-epidemiológico podría asumir ambos casos. Aunque fuese a base de hipótesis auxiliares, especialmente para aquellos mecanismos específicos para los que aún no haya evidencia (qué se yo: vías leucocitarias de la inmunidad y su interferencia o no con consecuencias a largo plazo de la diabetes a nivel histológico y citológico). O piénsese también en este par opuesto: o bien la vacuna provoca un cierto efecto adverso hasta ahora desconocido, o bien no lo provoca. Inevitable recordar aquello de las alteraciones en los ciclos menstruales de tantas mujeres3. Y, nuevamente, un estudiante o un profesional de la medicina podría improvisar argumentos fisio-patológicos con base en sus conocimientos tanto para explicar ese efecto adverso a partir de la vacuna como para desestimarlo, invocando reacciones vasculares inmunomediadas o a saber.
Mira el vídeo: Un realismo para la epidemiología
Todo esto entronca con otro tipo de oposición: lo que se puede (o no) explicar y lo que de hecho ocurre. El trabajo a nivel del marco teórico versus el trabajo a nivel de investigación empírica. A veces parece que la última palabra la tienen los estudios aislados de esta segunda rama de la investigación. Es cierto que en muchos casos podría ser así, pero también lo es que muchas dificultades, incluyendo las metodológicas, hacen que distintos estudios empíricos sigan arrojando resultados distintos, separadamente compatibles con consideraciones distintas, y conjuntamente incompatibles. No hay más que buscar las discusiones que hay en torno a la COVID persistente. El caso es que la seguridad que es necesaria para responder a algunas de las preguntas navideñas antes expuestas no solo se nutre de coherentes y sustantivas posiciones teóricas, sino que también requiere de constataciones observadas y/o experimentadas. Para el ejemplo del efecto adverso vacunal: que, efectivamente, hay mayores razones de probabilidad en subgrupos vacunados que en no vacunados (para eso está la farmacovigilancia, se supone); que in vitro o in vivo se puede describir una serie de cambios específicos histopatológicos y bioquímicos relacionados con la presencia de alguno(s) de los componentes de la vacuna; etc. No se piense que trato de desbancar acríticamente la teoría en favor de las pruebas (“evidence”), sino más bien algo parecido a lo que Paul Rosenbaum transmite con estas palabras: “Clarification comes, if it does, when an initially speculative theory has correctly met so many ambiguous facts or tentative empirical findings that the theory is no longer speculative, the facts no longer ambiguous, the findings no longer tentative”.4
Pero es que, además, se mete entre medias un tercer tipo de oposición: o bien es deseable hacer algo, o bien no lo es. Porque podría darse que, poniéndose por no-tan-hipotético caso, que existe marco teórico explicativo y evidencia empírica suficiente para que una medida salubrista como la solicitud de pruebas negativas en destino a viajeros se haya determinado como no efectiva, y, aun así, se lleve a cabo. También podría existir una situación en la que, aunque es explicable un beneficio, no hay (aún) confirmación factual suficiente para asegurar la idoneidad de una medida que se indica protocolariamente, como quizá podrían serlo las vacunaciones a algunos subgrupos. Y es porque en las tomas de decisiones influyen muchísimos factores, algunos netamente extra-epistémicos (éticos, etológicos, sociológicos, psicológicos…). Y a veces, cuando hay que responder una de esas preguntas navideñas, en ocasiones con una buena dosis de abogacía del diablo, lo que se razona en la respuesta no es por qué tiene sentido hacer algo, dados nuestros conocimientos, ni que ya se ha mostrado que eso que se hace tiene el efecto esperado, sino que es deseable hacerlo dada la información de la que disponemos y puestas en juego ciertas y heterogéneas variables.
No estoy seguro de que haya quedado ni medianamente bien expuesto lo que pretendía transmitir. Y cualquiera que me haya leído hasta aquí, si no me conoce, podría pensar que realmente me inclino a favor de un cierto pragmatismo, instrumentalismo, o incluso relativismo-escepticismo moderado. No es el caso, porque tampoco lo era disertar sobre mi propia visión global y particular (para la cuál queda aún mucha maduración). Solo se trataba de dar una escueta imagen de lo que, considero, hay detrás de las respuestas a cuestiones complejas sobre la salud, en este caso y sobre todo sobre el coronavirus. Me bastaría con que la próxima vez que algún posible lector fuese a hacer alguna de estas preguntas o dilucidaciones (u otras parecidas) no solamente no esperase respuestas concisas, seguras y contundentes, sino que esté más que abierto a que las mismas sean más bien largas, algo complejas, ambiguas, más bien no clarificadoras, y, con todo, mucho más rigurosas y estimulantes que las primeras.
Notas
- Rodríguez-García, César (2022). “Un realismo para la epidemiología: metafísica reológica de los estados de salud de las poblaciones humanas”. Revista de Filosofía Fundamental, 2, 277-314.
- Ponencia de Programa y Registro de Vacunaciones (2022). “Actualización de las recomendaciones de vacunación frente a COVID-19 para el otoño-invierno en España”. Consejo interterritorial. Sistema Nacional de Salud.
- Molina-López, Ana; Ocón Hernández, Olga; Baena García, Laura. (2022). “Asociación de la infección por SARS-CoV-2 y la administración de las vacunas contra la COVID-19 con alteraciones en el ciclo menstrual. Revisión de la literature”. Clin Invest Ginecol Obstet.
- Rosenbaum, Paul R. (2015). “Cochran’s Causal Crossword”. Observational Studies, 1(1), 205-211.
Autor: ⬑
César Rodríguez García, reólogo de la realidad viva.
Actualmente, Médico Interno Residente de Medicina Preventiva y Salud Pública en el Hospital Universitario Virgen de la Victoria de Málaga. Graduado en Medicina por la Universidad de Málaga, y Máster en Salud Pública y Gestión Sanitaria por la Escuela Andaluza de Salud Pública (Granada). Miembro del Grupo internacional de investigación científico-filosófica Realidad y proceso.
Áreas: filosofía de la salud, teoría de la salud mental, teorías de la causalidad.
En Filosofía Fundamental: https://filosofiafundamental.com/cesar-rodriguez/