De la realidad de los colores

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Notas de realidad

noología

por Ignacio Clavero
Zaragoza, España
10 de mayo de 2021

Pregunta: ¿es real el color o lo son sus correlativas activaciones neurales? No es cuestión nueva en el horizonte de la filosofía la de si las llamadas «cualidades secundarias», como el color, son o no reales. A causa del impacto mediático de las neurociencias y la psicología cognitivista de la percepción, se ha extendido el aroma general de la tesis según la cual los colores son meros «efectos del cerebro». Y qué duda cabe de que el cerebro juega en la percepción del color, como en la totalidad de la experiencia, un papel importantísimo o, mejor, una función. Función que desde la filosofía fundamental noológico-reológica entendemos como “hiperformalización”, incluyendo además no solo al cerebro sino el organismo completo, el cuerpo humano.

El cerebro no «causa» la experiencia, ni el color. El timonel del proceso no es el cerebro, sino el cuerpo real, la estructura sustantiva del hombre.

Pero a esa función que desempeña el cerebro no cabe identificarla con la de «causa». El cerebro no «causa» la experiencia, ni el color. El cuerpo, en este caso humano, y el sistema nervioso como centro funcional de formalización, en todo caso «mediatiza», «selecciona», «discrimina» permitiendo que «quede» lo que todos experimentamos. La experiencia resulta de lo que podríamos llamar la «funcionalidad de lo real». El timonel del proceso no es el cerebro como causa, sino el cuerpo real, la estructura sustantiva del hombre como inteligencia sentiente que «está» instalado entre y con lo estante.

En virtud de la inteligencia sentiente y de su hiperformalización podemos hablar de «aprehensión primordial de realidad»; de modo que «queda», en la aprehensión, realidad, como formalidad de realidad de los contenidos de nuestra percepción. Abriendo, además, desde el inicio más raigal, la posibilidad gnoseológica de profundización en la realidad-de las sustantividades, de profundización en lo real. Es, dicho vulgarmente, como si la experiencia del hombre consistiera en «palpar» realidad a través de dos momentos internamente imbricados: un primer momento noológico, de «percepción» -experiencial-, y un segundo momento reológico, de «razón» -fundamental-, ambos atravesados por la «aprehensión primordial de realidad». Por estar así atravesados, el primero nos abre al segundo, el segundo nos estructura esa apertura. Hay, por tanto, al menos dos momentos de realidad iniciales: el de la aprehensión y el de lo estante. Dos momentos inseparables, aunque sean distinguibles, pues es siempre aprehensión de lo estante.

Dado que el fenómeno de color depende de la adyacencia de la luz y la oscuridad, hay dos formas de producir un espectro: con un haz de luz en una habitación oscura y con un haz oscuro (es decir, una sombra) en una habitación iluminada. El de la imagen es un espectro oscuro. Archivo de Wikimedia Commons.

Así, el color se nos revelaría como color-real, cuya realidad se circunscribe, en cuanto percepción de color, al momento perceptivo. Cuyo fundamento será ulteriormente profundizado a través de las estructuras cerebrales, nerviosas, luminosas, ecológicas, etc. que podrá dar razón del momento de color-real aprehendido desde la percepción. Y así, su estructura neural correlativa, que no es causa sino estrato estructural del color, no posee por principio un más de realidad (formalmente), sino un así de distinto orden. Este correlato neural es, en el momento mismo de experiencia de color, un elemento estructural de la funcionalidad de lo real, y más concretamente de la hiperformalización, en función del cual -junto con otros muchos elementos estructurales- «queda» el color-real ante nosotros.

Por lo tanto, no es que el color sea mera proyección del sujeto causada por el cerebro; es que el color es color-real dado en aprehensión siempre que percibo que es un color-de las cosas. Recordémonos, con Xavier Zubiri, que “lo aprehendido no deja de ser real porque lo sea solamente en la percepción” (Inteligencia y realidad, p.176).


Autor:

Ignacio Jesús Clavero Fernández, reólogo de la realidad humana.
Graduado en Psicología por la Universidad de Zaragoza. Realiza una investigación independiente de metafísica interesada en la articulación entre noología y reología. Sus esfuerzos se encaminan hacia las cuestiones disputadas en filosofía de la mente. Investigador participante del Grupo internacional de investigación científico-filosófica Realidad y proceso.
Áreas: filosofía de la psicología, metafísica, antropología filosófica.
En Filosofía Fundamental: https://filosofiafundamental.com/ignacio-clavero/

2 pensamientos sobre “De la realidad de los colores

  1. Suponiendo que el color sea real, y sea donde sea que ese color esté, si en la «realidad», en el ojo, o en el cerebro, y sosteniendo que ese color es una «cualidad secundaria» del objeto, se impone una pregunta: ¿Para qué está? Es decir, ¿Cuál es su función?

    O al ser una cualidad secundaria del objeto, un accidente, no tendría ninguna función y habría que descartarlo de cualquier estudio sobre la «realidad», que es lo que se suele hacer.

    O tiene alguna función que aún desconocemos.

    El criterio general, incluida la Ciencia, a pesar de Newton, dice que cada objeto tiene un color, aunque eso no es totalmente correcto. Es apreciable a simple vista que a medida que el día pasa y sobreviene la noche, el color del objeto cambia, por tanto si bien cada objeto tiene un color, no es siempre el mismo. De esta manera no se puede asegurar qué color tiene un objeto sin acudir al tiempo y obviamente a la diferencia de luces, que es lo que dijo Newton: “el color es una frecuencia de la luz”, hace como 300 años.

    Y ahora, a pesar de que los objetos no tienen color estable, podrían tener cualquiera y la “realidad” seguiría siendo la misma. Confirmamos así que el color no cumple ninguna función y que podría no estar, pues no habría diferencia alguna si el coche es rojo, o azul.

    Sería diferente si no pudiera ver el objeto antes de ver su color. Que sea el color el que indica que hay un objeto. El color así pasaría a ser ya no una cualidad secundaria de un objeto, si no, el fundamento visual del mismo. Si no hay color, no hay objeto.

    Esto a pesar de ser de lo más lógico es algo que nos resulta algo contra intuitivo, muy difícil de pensar.

    Se ve que la intuición también es presa del demonio maligno cartesiano.

    Un saludo

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